15 de junio de 2011

Desde el invierno


Mandarme a lo recóndito de mi ser, y descubrir lo que no sabía tenía 

escondido, eso, eso puedes hacer sin querer.
Caminos por recorrer me quedan, mas el tiempo que dispongo no lo sé, 
acabará cuando menos lo espere, pero continuará...
Tiempo de invierno, faltan días, pero llegará, más cálido necesitaré estar, 
el silencio más profundo se oirá, la primavera cada vez más distante y cerca 

estará
Necesito de este tiempo de paz, donde renacer y creer, buscando rayos de sol al 

mediodía, escuchando las voces con más intensidad, dibujando figuras en el 

vidrio empañado encontraré sonrisas de invierno,
siempre al costado del camino lo veré, el horizonte es amplio, siempre al sol lo 

veré otra vez, y en invierno más abrigado me sentiré.

6 de junio de 2011

El árbol de la Vida


No puedo dejar de transportarme a aquellos veranos, donde los días eran cortos, y al recordarlos, largos, por tantos recuerdos que acumulaba. Nada era fijo, sentía volcanes de deseo y al momento todo se extinguía. 
 
En los viajes al campo, el tiempo se encargaba de mostrarme los paisajes urbanos de cada lugar rodeados por irregulares terrenos cubiertos de diversidad de plantas, en algunos casos bosques casi impenetrables; zonas urbanas cada vez menores, lugares que durante el año llegaban a sofocarme, pero con el correr de los días seguro los extrañaría. Los viajes de vuelta son más que alimento suficiente para mis sentidos: el fresco de los herbales que constantemente cruzan la ruta sin precaución me ponía la piel de gallina, mis cabellos muy fuerte se atajaban para no quedar atrás y viajar con el viento, al tiempo que ya sentía zumbidos en los oídos, mis ojos se maravillaban con todo lo majestuoso de la naturaleza, una verdadera alegría inefable, sencillamente no recuerdo tener pensamientos que el de total paz. 
 
Esos viajes eran cada vez más raros, y todo cambiaba, a tal punto de sentir preocupación. La preocupación se hizo normal en tiempos modernos, hasta tomar valor en otros problemas, decían ellos de 'mayor relevancia', lo que sí era real: el desequilibrio ambiental, social, económico, político (¿debería ser ese orden de relevancia, verdad?) y un futuro claramente obscuro y limitado. 
 
En aquellos días era casi costumbre que busque la soledad en las afueras de la ciudad, agobiado por responsabilidades, apuñalado por un amor o simplemente para encontrarme conmigo mismo, mas aquella noche encontré algo más... 
 
No sabía de frecuentar un sitio dos veces, y en uno de aquellos lugares que fue la excepción me tropecé con un hermoso árbol, vasto, exuberante en belleza, sus hojas de verde brillante y profundo, su tronco resultado de una vida de trabajo de un artesano apasionado, que aún continúa, el árbol daba una sombra tal un agujero negro, capaz de llevarte más allá del infinito. Me llamó y mucho la atención ¿cuántos años tendrá? ¡es una verdadera reliquia!. Asomé mi mano al tronco y lo acaricié, era como la cara de un anciano, grietas llenas de historias, eran irregulares y profundas, me aseguraban ver una obra de arte absorbiendo y reflejando la luz del sol, ya que allí la noche se hacía cada momento más dueña. Así lo hice, el siguiente día amaneció más que de buen humor ¿cómo no contagiarme?, inventé una hora más y fui a visitar aquel árbol. Desde lo lejos ya se lo divisaba, estaba tan asombrado, no conocía el paraíso, pero seguro esto era parte de él, inmenso y hermoso, la copa se confundía con el cielo, un conjunto de jardines colgados de sus ramas y en ellos se hamacaban las aves pintadas con los colores del arcoiris, un adorno exagerado sin sobrepasar lo justo y verdadero, mas gustoso para el que lo vea. 
 
Me tomé el tiempo necesario para apreciarlo junto con el bagaje de las nubes y el juego de luces del sol entre las hojas inquietas por el viento. Pensarían que estaba loco, perdiendo el tiempo, un tekorei total, así lo hacían, y aunque tenían un poco de razón ¡esto es salud! Seguramente me preocupo en pensar en lo que piensan, pero no era así, sólo pensaba... 
 
Así pasó el tiempo, la magia de la siesta que había dejado difuminar su polvo reforzado con la tranquilidad del lugar ya hacía efectos en mis ojos. No recuerdo si cedí al momento o soñé con mis ojos abiertos, solo recuerdo algo que jamás olvidaré. 
 
En un momento sentí como un abrazo suave tal una caricia, me preguntaba quién lo hacía ¡era el viento! Y una voz de fondo me llamaba ¡era el árbol!, sin dudar respondí al llamado; las grietas formaban su cara, sus ramas lentamente las movía al ritmo de sus palabras, se presentó y agradeció mi compañía. Me explicó que al igual que él, todos los seres vivos pueden hacerlo: expresarse, sentir... 
 
Yo respondía con gracia sus diálogos, no sé por qué, pero parecía acabarse el tiempo, entonces me advirtió que debía hablarme sobre temas importantes.

Ya estoy muy viejo, tengo mis años o siglos. A través de los tiempos desde el principio nosotros cumplimos con los deberes que tenemos, sobre todo a dar vida y enseñar sobre ella. En tiempos pasados, los grandes sabios conocidos en la actualidad, conversaban mucho con nosotros, y nosotros les enseñábamos sobre el universo, la naturaleza, la filosofía, mas algunos temas no podíamos tocar, mas bien los tocábamos pero solo opiniones ya que desconocíamos de ellos, forman parte de las grandes interrogantes, que al igual que ustedes a nosotros también nos apasionan. 
 
Somos conscientes de nuestra misión, tratamos de cumplirla, seguir el curso, pero es una tarea recíproca con todos quienes habitamos la tierra, nuestro hogar. A los grandes escritores les dábamos algunas ideas a la par de hacer lo mismo con los pares nuestros, ya que otra tarea nuestra es servir como materia prima, por ello la importancia de transmitir el mensaje, quedamos pocos de los viejos, me resguardo en lo profundo del bosque, pero pronto llegará mi hora.
Como te explicaba, antes nos escuchaban, y junto con nuestros consejos los hombres fueron aplicando sus conocimientos, ideas, creatividad e inventos para el avance de los tiempos, esto trajo mucho, demasiadas cosas materiales, y la sed de poder de ellos llevó a la escritura de libros llenos de sangre, parecerá nuevo, pero es desde el inicio de los tiempos, y así es, contemplaste en mí y recibiste sabiduría, eso es lo que hacemos, lástima que sean pocos los que nos escuchan, acción que antes inclusive era instintiva. Nuestra tarea se hace difícil, ya no abastecemos como pulmón, nos talan en demasía y no hay reforestación (único pedido nuestro), el estado de salud de la madre naturaleza empeora y nada hacemos; el resultado está en nuestras manos, todos los días en el primer vistazo, sin embargo muchos cierran sus sentidos, o están sumergidos en temas más importantes. 
 
Hay consejos que debería darte, los necesitas, mas en este momento debo culminar y solo recordarte, sé, lo tienes en mente siempre "realiza obras que se parezcan a tu alma, inmortal como ella", son las que durarán, servirán a todos y sin que te des cuenta será alimento para tu ser. 
 
No pude establecer medición alguna sobre hace cuánto tiempo que dejé de escuchar al árbol ¿acaba de irse? Fue un sueño, de tan maravillado que quedé. Ahora más tranquilo me detengo a pensar qué realmente sucedió, me sentía renovado, feliz, reía sin motivo, miraba fijamente al árbol en toda su extensión tratando de sacar respuestas, pero sólo el paisaje vivo respondía expresando en su belleza melodías y poemas convertidos a sus lenguaje. 
 
Todo se limitaba a tratar de dar explicación a situaciones tan extrañas, buscaba respuestas y encontraba ninguna, hasta tropezarme con la que seguramente era la representación fiel de lo que me había pasado. Luego de aquella deducción, sentía que me presionaba a mi mismo y no encontraba respuestas a pensamientos sin sentido, a la vez que dejaba algunas cosas de lado, costumbre normal que practicaba luego de sentir mucho entusiasmo y abandonarlo rápidamente. 
 
Seguramente en aquel momento me había quedado dormido ¿o fue todo real? Al final esto no tiene importancia, de cualquier forma era una lección de vida. Si aquello era resultado de mi imaginación estaba más claro aún; la sabiduría encontrada en los árboles está presente, sí, siempre allí, pero en su lenguaje, en el que la naturaleza le concedió, como fórmula segura para despertar toda inspiración en una persona. Esta inspiración despierta a los sentidos y da lugar al comienzo de toda una serie de historias, así mismo como la verdadera felicidad que se encuentra en la sencillez, en la simple pero significativa y contagiante risa de un niño, de esta forma pude extraer una simple explicación que me llena de felicidad, una vez más me doy cuenta que todos la tenemos, allí afuera para relajarnos, verdaderas obras de arte, sólo tenemos que tomarnos nuestro tiempo. 
 
Sólo faltaba algo, y lo más importante: transmitir, compartir esa felicidad. Pasaron un par de días, y sí, no podía pasar un día más en la distancia con el amor que seguramente me llevó a estar perdido y errante en la ciudad. Fui junto a ella y simplemente la llevé a disfrutar de aquel paisaje, el aura se adueño del ambiente, no hubo palabras, el sentimiento era tan fuerte que lo podías sentir en cada respiro. 
 
Es así como se puede considerar ciertos caminos de exageración, fantasía, realidad, sencillez, mas lo cierto es que todo conocimiento debemos transmitirlo, él junto con la sabiduría pueden realizar el vuelo más alto. 
 
Compartirlo, así lo dejamos crecer, para que den sus frutos.

La vida es sinónimo de los árboles, si permitimos una sencilla comparación. No podemos dejar de lado, ni imaginar que por aquel mismo frondoso árbol, donde el mundo se sostiene, estemos todos observando como unos cuantos lo destruyen para escuchar caer el fruto de la humanidad ¿extremista o dramático?, mas bien realista, de esta lluvia debemos rescatar el vástago, hacerlo realidad, recordar que el árbol de la vida somos nosotros y déjame pensar que siempre todo afuera, me sonríe.