12 de febrero de 2014

120 dB de alarma

Vivimos en un mundo de sonidos... y de ruidos. Realmente la línea que separa estos dos vocablos es muy subjetiva. Para no entrar en discusiones muy ''filosóficas'' (sí, dejaremos de lado las composiciones de música contemporáneas) nos guiaremos por lo que normalmente son considerados ''ruidos urbanos'': maquinaria pesada, reggaeton, vehículos, sirenas, bocinas, ¿ya citamos reggaeton?. Todo esto forma parte del paisaje sonoro cotidiano, nos acostumbramos a ello a expensas de trastornos en nuestra salud, total, son ruidos normales, total, la vejez no viene sola.

La cuestión es ¿cuál es el límite? Todos en algún momento poluimos de una manera u otra, pero cuál es el límite, ¿no nos damos cuenta cuando ya estamos pisoteando los derechos del otro? Al parecer no, y gran ejemplo es aquel motociclista que felizmente se cree todo un héroe del biciclo al andar con su moto sin silenciador.

Más conceptos sobre la polución sonora y lo que envuelve al tema ya lo expusimos


http://chyryry.blogspot.com/2011/07/polucion-sonora.html 
http://chyryry.blogspot.com/2011/07/polucion-sonora_25.html 


Ahora, el progreso y todo lo que ello conlleva nos llevó a tener que recurrir a métodos y más métodos de seguridad, uno de ellos es la alarma sonora, que evidentemente ejerce un efecto, no solo al villano, sino también a un radio considerado de la fuente. Sería interesante atacar el problema de raíz, invertir en educación y salud, así disminuir la tasa de delincuencia, pero los gobernantes no entienden de estas cosas. Entonces, el tema de las alarmas es un mal necesario, pero por lo menos ajustémoslas bien, y en lo que se pueda disminuir el ruido, disminuyámoslo.

A propósito, una película de esta temática (aunque, digamos, se esperaba más de la misma)




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